Capítulo 171 —Sentencia
Narrador:
En el centro del despacho, detrás de un escritorio enorme, estaba él: el Diablo. No necesitó levantarse para que la tensión en la sala se volviera un corte. Su presencia llenaba todo; la calma era solo una máscara que prometía un trazo violento en cualquier momento.
Eros abrió la puerta con paso firme y, sin ceremonia, empujó a Mateo adentro. El chico entró con la mandíbula hinchada, los ojos irritados, la ropa desordenada; parecía más pequeño que nunca bajo la mirada que lo fulminaba desde la butaca. Se quedó inmóvil, esperando la detonación.
Roman no perdió tiempo en calentamientos. La voz le salió baja, cortante, como una cuchillada.
—Entren. —Eros empujó un poco más a Mateo hacia el interior y cerró la puerta con un golpe seco. —¿Qué ocurre? —Roman alzó la vista, sorprendido por la energía de la entrada.
—Mateo tiene algo que decirte —contestó Eros sin rodeos
—Es grave. Mira la cara, Mateo, ¿qué te pasó?
Mateo sostuvo la mirada un instante, la mand