Capítulo 170 —Majadero
Narrador:
Eros apareció en la puerta como un animal que olfatea la sangre. Se quedó un segundo observando la escena: Mateo encorvado, la mandíbula hinchada, la mirada perdida; Dinorah saliendo con pasos cortos, ya fuera de la cabaña. Respiró hondo, y se acercó con paso medido.
—Creo que te salió mal la jugada —dijo, seco, sin intención de suavizar nada.
Mateo, todavía mareado por el golpe y por la humillación, levantó la vista con esfuerzo. Quiso sonreír con ironía, quiso devolver el comentario con valor, pero la dentadura le dolía y la voz le salía aflautada.
—Gracias por consolarme, tío —respondió, tono áspero, tratando de cubrir el temblor que le corría por el cuerpo.
Eros no mostró ni un atisbo de indulgencia. Lo agarró del brazo con una mano de hierro y lo empujó hacia atrás con un gesto que no admitía réplica.
—Consuelo, una mier*da —escupió —Te lo dije, te dije desde el principio que esto era una mala idea, que era una locura. Te dije que esa bomba te iba