Alana subió al mismo vehículo en el que habían llegado a la reunión, sentía que su cabeza estaba llena de aire, pero a la vez pesada, la ropa le molestaba, era una sensación incomoda, más cuando el automóvil hizo vibrar su asiento.
— Mmm, Edur. — dijo con voz débil y el Alpha aferro el volante.
— Mi luna, alguien te drogo. — aseguro apretando la quijada, deseaba regresar y arrancar un par de cabezas, pero solo podía oler la excitación de Alana en el diminuto espacio que era el vehículo, algo que lo estaba alterando.
— Edur, yo… tengo calor. — dijo la pelirroja, sin prestar verdadera atención a lo que su Alpha acababa de decir.
— Es tu cuerpo, Alana, necesitas… necesitas ser complacida. — aseguro en medio de un gemido, por solo ver como Alana se quitaba la chaqueta de cuero, y abría su blusa.
—Me siento rara, Edur. — aseguro embriagada por el aroma de su Alpha, ella también lo podía oler, ahora quizás con más fuerza que antes.
— Maldición Alana, yo… no puedo tocarte. — rebatió en medio