capítulo 128 Confesar por sentir culpa.
Elizabeth abrió los ojos. Parpadeó, desorientada, como si aún no pudiera enfocar bien. Cuando lo logró, lo primero que vio fue a su esposo incorporarse y correr hacia ella.
—Fede… —susurró, queriendo levantarse—. ¿Qué pasó?
Al hacer un movimiento, sintió una punzada de dolor. Entonces lo recordó todo. La pesadilla de la noche anterior volvió con fuerza.
—¡Lucas! —gritó, desesperada—. ¿Dónde está Lucas?
Federico la abrazó de inmediato, envolviéndola con sus brazos como si pudiera protegerla del dolor.
—Está bien… pero necesito que te calmes para que puedas ir a verlo —le acarició suavemente el cabello y la espalda—. Escúchame, tienes que estar tranquila. Si tú estás mal, él lo va a percibir… ¿lo entiendes, pequeña?
Elizabeth respiraba agitada. Su impulso era salir corriendo a buscar a su hijo, pero se obligó a controlarse como él le pedía.
—¡Quiero verlo! —sus lágrimas inundaban sus ojos—. ¡Llevame, por favor!
Federico asintió. Con mucho cuidado la ayudó a incorporarse. Afortunadamente,