Elizabeth llamó a Lucía. Últimamente se había apegado aún más a su amiga. A veces, incluso, extrañaba hablar con Pablo: él siempre supo cómo contenerla. Pero después de todo lo que le había dicho, no quería volver a buscarlo.
—Lucía, mañana voy al médico. ¿Puedes acompañarme? —preguntó con un tono cansado.
Como siempre, Lucía la reprendió.
—¡Te acuerdas de ir un mes después, cuando ya estás en piel y huesos!… Pero sí, claro que iré contigo. Enviame la dirección y el horario.
Elizabeth sonrió. Lucía, siendo Lucía, siempre lograba hacerla reír.
—Nos vemos mañana… y no seas tan gruñona —dijo antes de cortar.
Lucía, muy preocupada, apretó los labios y le mandó un mensaje a Santiago:
"Tu amigo es un reverendo estúpido. Lo detesto y espero que muera lentamente y sufriendo mucho."
Así de visceral era ella.
Santiago leyó el mensaje y entendió la furia de su chica. Él también pensaba que lo que Federico estaba haciendo era inexplicable… aunque así, había sido siempre: un enigma.
Le había escrit