Mientras la gente charlaba animadamente, el aire entre los novios, a pesar de las sonrisas, estaba enrarecido.
Federico la miraba escudriñándola, tratando de percibir qué le ocultaba. Era un hombre hábil para los negocios y, si de algo podía jactarse, era de su gran perspicacia para lograr lo que quería averiguar.
Si bien con Elizabeth había bajado la guardia, sabía que tratándose de Pablo Mendoza no podía hacerlo. Muy a su pesar, poniéndose en el lugar del otro y amando a Lizzy como la amaba, tampoco se habría dado por vencido fácilmente. Por eso, no tenía dudas: algo había tratado de hacer antes de la boda.
—Creo que no te dije que estás extremadamente hermosa —dijo él, besándola—. Pareces una princesa de cuento.
Ella se sonrojó. Vicky, la hija de Víctor, le había dicho lo mismo he insistido en que su padre les sacara una foto juntas.
—¿Tú crees? —se echó a reír—. ¡Ya estás exagerando como siempre!
Él la miró divertido. No tenía dudas de que se había casado con una de las mujeres más