Capitulo 3

Los hombres que observaban la escena solo mantenían la cabeza gacha y querían minimizar sus existencias al cero por ciento. 

La hermosa casa que alguna vez estuvo bellamente iluminada y llena de calor, en ese momento se sentía fría y sin vida. 

Estaba llena de hombres vestidos de negro, pulcramente vestidos y en guardia todo el tiempo. 

Al inicio, para Ximena fue algo incómodo e intimidante, sin embargo, debía aceptarlo debido al estilo de vida de Lucas, no podía simplemente reprochar y criticar simplemente algo de lo que ya sabía perfectamente que sucedería.

Debía acostumbrarse a la sangre, los gritos de dolor ocasionales, las torturas incluso algunas veces en la sala.

Lucas había crecido en ese tipo de vida desde el inicio. 

Frío… 

Al ver que no había más palabras de su parte, Ximena decidió subir a su habitación. 

Se quitó su ropa que hasta ese momento notó que estaba sucia y se dirigió a la ducha. 

Sus brazos y rodillas estaban llenos de cicatrices, sus muñecas tenían las horribles marcas de sus cortes anteriores. 

Toda la que en algún momento era una perfecta y clara piel de porcelana, estaba marcada y/o con alguna cicatriz. 

Su cabello que alguna vez fue largo y hermosamente cuidado, ahora era demasiado corto y sin brillo. 

Terminó de ducharse y con una delgada bata se tumbó en la cama exhausta. 

En algún momento se quedó dormida, no obstante, su sueño ligero le permitió escuchar la puerta del cuarto abrirse y los pasos de Lucas entrar. 

Abrió los ojos y simplemente se acomodó correctamente en la cama. No le dirigió la palabra y evitó su mirada de principio a fin. 

Cuando por fin, Lucas se recostó en la misma cama, ella le dio la espalda. 

Él luchó tristemente con las terribles ganas de abrazarla. 

Seguía ahí, a su lado. Era lo único que importaba. Mientras pudiera sentir su presencia, bastaba. 

Lucas durmió casi de inmediato. 

Ximena por su parte, dio vueltas en la cama toda la noche sin poder conciliar el sueño de nuevo. 

Y mientras lo veía dormir tan pacíficamente, unas ganas inmensas de golpearlo hasta la muerte la invadían. Un ruido llamó su atención y, fuera del balcón dos de sus hombres miraban hacia adentro. 

Se estremeció e incrédula volvió a mirar al dormido Lucas. 

La confianza se había acabado. 

Abrazó sus rodillas y apoyó su barbilla en ellas. 

¿Si ya no confiaba en ella…? ¿Por qué aún seguir de esa manera? ¿Era divertido? 

Sonrió suavemente y solo se recargó en sí misma. 

Lloró suavemente lo más silenciosamente que pudo y de esa manera se quedó dormida. 

Lucas que al escuchar su respiración uniforme abrió los ojos, vio la pequeña bolita de carne enrollada como si temblorosamente fuera capaz de resistir tormentas y huracanes. 

Delicadamente la recostó y acarició su demacrado rostro con una expresión inquietantemente tranquila. 

El cielo comenzaba a aclarar, y el tiempo que ella dormiría, como siempre, sería muy corto. 

Abrió el cajón del mueble junto a la cama con su llave, tomó una de las jeringas y le inyectó el brazo. 

Al sentir que su rigidez comenzaba a disminuir, suspiró profundamente y la abrazó con fuerza, quedándose dormido con ella. 

Al abrir los ojos nuevamente, Ximena trató de levantarse, sin embargo, su cuerpo se sentía tan rígido y pesado que se sorprendió. 

El sol se veía en lo más alto, no había relojes ni calendarios. Solo otro nuevo día sin nada más que asfixia. 

Toc, toc, toc. 

—Señora, ¿Quiere que le sirva el desayuno? 

Ximena se sorprendió, desde que había llegado a esa casa, ninguna mujer había pisado ese lugar. 

Ella había insistido fervientemente en hacer las labores del hogar para no inquietar a Lucas con gente extraña. Por lo que la labor titánica de limpiar esa enorme casa recaía en ella día tras día, pero, aun así, lo hacía a la perfección y con mucho amor. 

Los que habían hecho sus comidas y atendido sus necesidades desde que “enfermó” habían sido los guardias. 

—Supongo que ya no hay necesidad de eso… 

—¿Señora? ¿Se encuentra bien? Entraré. 

Antes de que Ximena pudiera negarse y reaccionar. La mujer ya había entrado. 

Jadeó al ver a la hermosa mujer frente a ella. Era alta, delgada, no era voluptuosa, sin embargo, su bonito cuerpo se delineaba perfectamente con el mandil. 

Sus hermosos ojos grises se veían tan puros y hermosos que era difícil alejar la vista de ellos y su larga cabellera castaña estaba sujeta con una liga. 

Parecía una delicada y hermosa ama de casa. 

Como ella en el pasado… 

Bajó la mirada, y sin darse cuenta, comenzó a ver sus ya maltratados brazos y piernas...

Era natural. 

¿Cómo podría un hombre tan perfeccionista como Lucas soportar ver todos los días algo tan horrible? 

Si él, se sentía atraído por esa mujer, ¿La dejaría ir? ¿O simplemente la mataría? 

La mujer al no recibir respuesta y ver que no le quitaba la mirada de encima, se preocupó y se acercó a ella. 

Lucas le había dejado una clara advertencia de que, si algo le sucedía, por mínimo que fuera. Ella pagaría las consecuencias. 

Al ver las marcas obscuras y rojas en su cuerpo jadeó inconscientemente. Ximena no la miró, sino simplemente miró a otro lado sin inmutarse. Al notar lo exagerado de su reacción la chica se arrodilló frente a ella. 

—Señora, lo siento mucho. Yo… 

—No hagas eso, ponte de pie. 

Sea cual sea el resultado, sólo debía esperar a ver. Volvió la vista y vio a la mujer frente a ella que no se levantó. 

—Eres muy hermosa…

La chica tragó y al ver su sonrisa se estremeció. 

No sabía exactamente lo que estaba pensando, sin embargo, ya podía darse una idea. 

—Se…Señora, el señor Lucas me trajo para cuidar de usted…

—No te preocupes, no lo dije con otras intensiones, fue un halago sincero. Lo siento si te incomodó. 

La chica al ver su expresión, pudo sentir un poco más de tranquilidad, sonrió y la miró directamente. 

—No es nada señora, mi nombre es Ámbar, estaré aquí para cuidar de usted. Lo que sea que necesite no dude en pedirlo. 

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