Capítulo 2
Deambulé sin rumbo por las calles durante un buen rato, con euforia y dolor oprimiéndome el corazón. La euforia tenía una razón sencilla: después de cinco años de matrimonio, por fin llevaba en mi vientre al cachorro de Jasper.

El dolor, en cambio, era mucho más cruel: ese mismo cachorro estaba a punto de perder a su padre, el hombre que era su padre por sangre.

Abrí la puerta y me recibió el sonido de la carcajada estruendosa de Jasper. Casi nunca lo oía reír con tanta libertad. Seguí el sonido y pregunté en voz baja:

—¿Qué te tiene tan contento?

Las palabras se me atoraron en la garganta. Halle estaba sentada a su lado, con una sonrisa radiante y provocadora.

No sabía de qué hablaban, pero la expresión en sus ojos, esa sonrisa tierna e íntima, era una que solo le dedicaba.

Sentí una presión aguda y repentina, pero logré disimularla antes de que el dolor se reflejara en mí. Jasper se percató de mi presencia.

—Estábamos hablando de ti.

Me dio un beso ligero en la mejilla.

—Halle se va a quedar con nosotros un tiempo —agregó—. Está embarazada y no es bueno que esté sola en su casa. Freya, eres lo máximo. Una nutricionista profesional, una cocinera maravillosa… mejor que cualquier sirvienta podría ser jamás.

Me miró, con una súplica silenciosa en la mirada.

—Necesito que la cuides.

La escena se superpuso con un recuerdo de mi vida pasada. Esa vez, me negué rotundamente.

Jasper me acusó de ser insensible y desalmada, de darle la espalda a una mujer embarazada que necesitaba ayuda.

¿Pero cómo iba a aceptar que otra mujer, una que deseaba a mi esposo, viviera bajo nuestro techo?

Sus roces “accidentales”, la forma en que se inclinaba tanto que sus labios casi tocaban los de él... Cada vez que lo veía, sentía que me quemaba por dentro. Discutimos. Halle salió corriendo, llorando, y Jasper fue tras ella.

Esa misma noche, Halle terminó en el hospital con amenaza de aborto, y Jasper me culpó de todo. Nos sumimos en un silencio hostil durante semanas, hasta que yo terminé cediendo, ablandándome una y otra vez solo para arreglar las cosas.

Esta vez, elegí un camino diferente. Que se mude. Ya me cansé de pelear.

Miré la sonrisita triunfal de Halle con una calma absoluta.

—No hay problema —dije con voz tranquila—. Le diré al mayordomo que prepare el cuarto de huéspedes.

Arqueó las cejas, sorprendida, y su mirada iba de Jasper a mí.

—¿Lo dices en serio?

Mi loba se agitó inquieta, dentro de mí. “¿En serio no te importa?”.

La calmé con suavidad. “El vínculo de pareja tarda tres días en disolverse. Si nos vamos antes, solo complicaríamos el proceso. Tenemos que ser pacientes dos días más”.

En el espejo, la marca en mi clavícula ya se veía un poco más pálida.

Jasper aún no podía sentirlo. Solo recibiría la señal cuando el vínculo se rompiera.

***

Llegó la cena. En cuanto Halle se sentó, arrugó la frente al ver la comida en la mesa.

Jasper se inclinó hacia ella.

—Hoy cocinaron las sirvientas. ¿No te gusta?

Se giró hacia mí.

—A lo mejor deberías prepararle otra cosa.

Me puse de pie casi por inercia.

—Claro. ¿Qué se te antoja?

Halle pidió un licuado de avena y fresas. Me puse manos a la obra.

Halle merodeaba cerca, hablando por los codos mientras yo medía los ingredientes y los licuaba.

—Sin azúcar.

—De acuerdo.

—Agrégale un poco de esto —dijo, pasándome un frasquito.

Asentí, serví el licuado en un vaso y esparcí una capa de las semillas de chía del frasco que me había dado. Halle probó una cucharada con delicadeza.

—Mmm, se ve y sabe delicioso.

Pero a pesar de su halago, no volvió a probarlo. Minutos después, Halle se llevó las manos al cuello, boqueando en busca de aire.

—Creo… creo que estoy teniendo una reacción alérgica… No puedo respirar…

—¡Halle!

Jasper se levantó de un salto, con el pánico reflejado en la mirada.

—¿Qué pasa?

Le grité a la sirvienta que trajera la medicina. La cara de Halle se puso roja, su voz salía en jadeos entrecortados.

—Soy alérgica… a las semillas de chía. No me di cuenta de que el licuado tenía…

Jadeó, agarrándose el pecho.

—No culpes a Freya… no es su culpa… Yo debí tener más cuidado…

Pero la mirada de Jasper ya se había clavado en mí, afilada y acusadora, como si hubiera cometido el peor de los pecados. Intenté explicar, con la voz apenas un susurro.

—Yo no sabía que era alérgica. Ella misma me dio el frasco…

La voz de Halle era casi inaudible.

—No puedo… creo que me estoy muriendo…

Jasper palideció.

—Resiste, Halle. ¡Te llevo al hospital!
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