—¿Acaso esa fue la historia que él te contó? ¿Que yo te abandoné sin más para marcharme con otro hombre? ¿Te guardó rencor por esa falsedad, te detestó cada uno de los días de tu existencia? ¿Me fui acaso con Pablo Visconti? —preguntó Catalina, con el alma hecha pedazos, sintiendo un vacío inmenso ante la ausencia de Francesco, su refugio y su apoyo.

—¡No! ¡Nunca te abandoné por ningún otro hombre en este mundo, Catalina! Ni siquiera me fui porque así lo deseara, mi niña. Tobías necesitaba dinero urgentemente para su negocio. Anhelaba demostrarle a sus socios ante la ausencia de tu padre, que era capaz de dirigir la casa Praga, la herencia de tu padre, pero solo consiguió llevar la empresa a la bancarrota. Se negaba rotundamente a aceptar su fracaso y a que los demás lo vieran como un hombre derrotado. Así que, bajo terribles amenazas, me obligó a estar con otro hombre. Me resistí, luché con todas mis fuerzas, me negué una y otra vez, pero no fue suficiente. Él te tomó, te sacó de cas