Capítulo 69. La boda.
El jardín para la boda estaba precioso, lleno de vida y olores. Había muchas rosas por todas partes: algunas rojas como el amor mismo y otras blancas como la espuma o la paz.
Sus pétalos, suaves y un poco curvos, se habían caído y cubrían el suelo, creando una alfombra de colores que conducía al altar. Era un sendero natural, bonito y especial que llevaba directamente hasta el altar, donde iban a pronunciar sus votos. Y justo al final de ese camino de pétalos, él estaba, aunque para sus ojos estaba allá lejos, pero cerca.
Era Francesco, el hombre de su vida, esperándola de pie. Llevaba puesto un traje gris, hecho a su medida, que le sentaba muy bien y lo hacía ver tranquilo y preparado. Todo el jardín, con sus flores, su olor y ese camino de pétalos, parecía estar ahí solo para llevarla hasta él, el hombre más importante de ese día perfecto y sencillo.
De repente, todo lo que antes parecía importante para Catalina dejó de serlo. Ya no miraba la decoración del lugar, si las flores esta