Capítulo 48. El paradero de Catalina.
La frustración de Tobías se podía cortar con cuchillo en el aire de su oficina de Roma. La pila de revistas recién adquiridas se alzaba como un silencioso monumento a su creciente irritación.
Cada publicación, cuidadosamente seleccionada con la esperanza de encontrar algún reconocimiento a su propio arduo trabajo en la exposición, solo servía para confirmarle que el éxito arrollador de Francesco y su aclamada diseñadora lo eclipsaba todo.
Hoja tras hoja, página tras página, los elogios y las fotografías se centraban invariablemente en la deslumbrante pareja creativa, ignorando por completo los suyos.
Sus ojos volvieron a posarse en la mujer que compartía el espacio con él y una oleada de furia, caliente y opresiva, amenazó con desbordarlo.
La injusticia de la situación, la aparente invisibilidad de su contribución, le oprimía el corazón, a punto de estallar en un torrente de rabia contenida.
—¡Marta! ¡Marta! —vociferó Tobías desde el recinto atestado de libros que hacía las veces de s