Capítulo 95. Miradas curiosas.
Catalina, con una calma que desarmó por completo el ambiente tenso, no respondió a la indirecta ni permitió que la provocación de ellos escalara.
En lugar de eso, con una decisión que sorprendió al propio Francesco, tomó su brazo firmemente y, sin decir una palabra, lo guio lejos del salón donde la tensión podía cortarse con un cuchillo.
Caminaron con paso decidido hacia el jardín, un oasis de luces tenues y música suave donde la fiesta seguía su curso sin ningún problema aparente.
El aire fresco de la noche y el bullicio alegre de los invitados actuaron como un bálsamo instantáneo, disipando la carga pesada que se había acumulado en el interior.
Mientras la risa y las conversaciones se mezclaban con el tintineo de las copas, Catalina se aseguró de que Francesco se sumergiera de nuevo en el ambiente festivo, alejándolo de la rabia y la frustración que lo consumían.
Fue un gesto silencioso, pero potente, que demostró su habilidad para manejar situaciones delicadas y su deseo de mantene