Ver de nuevo a mi padre me hacía sentir diferentes sensaciones que no podía describir. Era un vacío enorme en el pecho y a la vez era como si la pieza de un rompecabezas encajara perfectamente dentro de mi corazón. Pero lo que sí podía sentir y entender era que me había abandonado, que había “matado” a mi madre y; aunque sabía que era inocente, sentía mucha rabia por haber sido el culpable de mi destino, por haberme hecho creer que tenía una madre, una familia, cuando en realidad no tenía nada.
Martina estaba de pie junto a la puerta y mi “padre” junto a ella, ambos observándome con lágrimas en sus ojos. Me sentía extraña en ese instante, intimidada, fuera de mi zona de confort y solo quería salir corriendo de ahí, de su presencia.
―Hija… ―dijo él con su voz entrecortada… No dije nada―. Lamento tanto