Leer esa carta que había permanecido entre mis cosas por tanto tiempo, fue lo más difícil del mundo. Enfrentarme a esa dolorosa verdad no tenía ningún sentido para mí y el único reflejo que me hizo reaccionar fue gritar con todas mis fuerzas.
Jamás me había sentido tan triste y tan sola.
La carta continuaba:
…Pero lo más difícil, y lo que me hace la mujer más cobarde del mundo, es haberte ocultado otra gran verdad que nunca quise decirte, pero que mereces saber.
No soy tu madre biológica. Llegaste a mi vida cuando tenías tres años, eras la niña más hermosa que había visto; tenías dos lindas colas de tu cabello en cada lado de tu cabeza con un lazo rojo, y un vestido negro azabache con un borde rojo que resaltaba lo blanco de tu piel, tu cabello negro y tus hermosos y penetrantes ojos grises. Fuiste y siempre serás mi pequeña Blancanieves.
En ese momento que te vi, aunque me sentía extraña, hicimos una conexión única y especial que quiero que dure toda la vida y más allá.
Mientras