Capítulo 3
El estado de mi madre se había estabilizado por fin tras el tratamiento. Una vez coordinada nuestra partida, regresé al territorio de la Manada Stoneclaw para recoger mis pertenencias.

Lo que más me urgía recuperar era el vestido ceremonial que mi madre había confeccionado para mí, aquel que deseaba verme usar durante la ceremonia de vinculación bajo la luz de luna. Planeaba remendarlo antes de irnos, para llevármelo intacto.

Al cruzar el umbral de aquella habitación tan familiar, encontré a Logan atendiendo a Leah; le aplicaba con delicadeza un ungüento de hierbas en la mejilla, sobre la marca que le había dejado mi cachetada.

En otro tiempo, esa escena me habría hecho hervir la sangre. Ahora, no sentía… nada. En el instante en que Logan notó mi presencia, se apartó de ella. Por una fracción de segundo, capté el destello de odio de Leah antes de que volviera a ocultarlo bajo su máscara de víctima.

—¿Ya llegaste? —preguntó Logan, fingiendo sorpresa—. ¿Tu mamá ya está mejor?

No me molesté en contestar. Ignoré a ambos y me dirigí hacia la caja de roble sobre la mesa. Me sentí aliviada hasta el momento en que levanté la tapa.

Dentro yacían jirones de seda. Mi vestido estaba destrozado. Las marcas de garras habían rasgado la tela sin piedad.

Las lágrimas me quemaron los ojos. Lo había usado doce veces antes, y siempre se mantuvo impecable. Ahora no era más que ruinas.

—¿Qué pasó aquí? ¡¿Quién hizo esto?!

Leah se cubrió la cara, sollozando.

—Perdóname, Alison… no quise arruinarlo.

Logan se interpuso, escudándola con su cuerpo.

—¡No la asustes! Ni siquiera era el vestido final. Podemos mandar a hacer otro. Uno mejor. Se le atoró cuando se lo estaba quitando, eso es todo. La tela es muy delicada y ella no sabía.

Le di una cachetada y, a diferencia de la que le propiné a Leah, esta llevó toda mi fuerza.

—¡Sabes que ese vestido lo cosió mi madre mientras sufría por la maldición! Y la tela no era delicada. Lo usé doce veces y nunca le hice un solo rasguño. Ella se lo pone una vez ¿y queda desgarrado? ¿Llamas a esto un accidente? Mira este trozo de aquí. Lo hizo a propósito. ¿Todavía la vas a defender?

Intentó mantener la voz calmada.

—Tal vez perdió el control, le ganaron las emociones. Es muy joven, Alison. Su enfermedad la pone inestable. ¿No puedes tener un poco de piedad? ¿Por un vestido? Se supone que somos familia. No dejes que esto nos separe antes de empezar.

Apreté los puños hasta que sentí cómo mis uñas cortaban la piel de mis palmas.

—¿Familia? —siseé—. El error más grande de mi vida fue haberte amado. Y si este vestido demuestra quiénes son ustedes en realidad… qué bueno. Se acabó. Ya no quiero nada contigo.

Y como siempre, Leah colapsó, temblando, con las lágrimas corriendo por su cara. Se pasó las uñas por los brazos, arañándose hasta que la sangre brotó bajo la piel.

—¡Es mi culpa! ¡No puedo controlarlo! ¡Todo lo echo a perder! Mi hermano te ama muchísimo, Alison. ¡Por favor, no lo odies por mi culpa! ¡Me voy a ir! Soy adoptada, yo no pertenezco aquí. No quiero arruinar su futuro.

Se abalanzó hacia el borde irregular de la chimenea de piedra.

—¡Detente! —gritó Logan, presa del pánico—. ¿Qué estás haciendo?

La expresión de ella estaba vacía, casi pacífica.

—Mientras viva, soy un peligro —susurró—. Solo la muerte me va a liberar.

Se lanzó hacia adelante. Logan gritó, tratando de agarrarla.

—¡No! ¡Nadie te culpa! ¡Eres mi hermana! ¡Eres familia! ¡A Alison no le va a importar!

Entonces se volteó hacia mí, con los ojos desorbitados.

—¡Di algo!

Le sostuve la mirada, indiferente.

—Ese es problema de tu familia. Yo no soy parte de eso.

Tomé la caja rota y me di la vuelta para irme.

Se lanzó contra mí y me abofeteó. El sonido estalló. La cara me ardía por el impacto.

—¡No tienes corazón! ¡Es una vida, Alison! ¡¿En serio un maldito vestido vale todo esto?!

Ni siquiera miró atrás mientras envolvía a Leah en sus brazos.

—Ya pasó, Leah. Yo me encargo. Te prometo que si no quieres esto, no va a pasar. No hasta que estés lista.

Leah hundió la cara en el pecho de él y, como Logan no podía verla, sus labios se curvaron en una pequeña sonrisa triunfal, del tipo que solo exhibe un ganador tras hacer jaque mate al rey. Logan se volvió hacia mí otra vez, con la culpa destellando en sus ojos.

—Tienes que entender que esto era urgente. Fuiste demasiado dura. Dale gracias a las lunas que no pasó nada peor.

Sentí el sabor a sangre, la mía, o tal vez el recuerdo de mi madre luchando por respirar. Le devolví la cachetada, con más fuerza. Había cruzado la línea.

—¿Urgente? ¿Quieres hablar de cosas urgentes? ¡La maldición de mi madre empeoró por culpa de ella! ¿Eso no fue lo suficientemente urgente para ti?

Se me quebró la voz, pero no me detuve.

—Alteró las invitaciones de compromiso. Me atacó en su forma de lobo. Profanó el memorial de mi padre. Y cada vez, tú la defendiste. ¿Solo sus vidas son sagradas? ¿La mía no vale nada? ¿La vida de mi madre no valía nada?

Tomé mi bolso, lista para largarme. No podía soportar esto ni un segundo más. Trató de tomarme de la muñeca, desesperado por explicarse, pero Leah se aferró a su brazo, reteniéndolo en su lugar.

Suspiró, impotente.

—Leah necesita cuidados constantes —dijo en voz baja—. Voy a visitar a la señora Hart cuando pueda.
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