Alguna vez creí que la inmensidad salvaje de las Tierras del Norte podría sepultar el pasado para siempre.
Pero jamás imaginé que, en una tarde apacible de invierno, cuando la paz comenzaba a sentirse genuina, Logan aparecería, deshecho y maltrecho, a las puertas de nuestra residencia.
Estaba en la terraza esperando a Lynn, con la mesa puesta para una cena sencilla.
De pronto, una sombra irrumpió burlando a los guardias y se estrelló contra la reja de hierro.
—¡Alison! ¡Por fin te encontré!
Me quedé inmóvil.
Ahí estaba, demacrado, sangrando, con los ojos desorbitados por la desesperación. El viento helado azotaba su ropa desgarrada, pero su voz aún cargaba esa mezcla exasperante de arrogancia y súplica.
—¡Regresa a casa! No me veas así. Sé que me equivoqué. No debí dejar que Leah te hiciera la vida imposible. No debí obligarte a pedir perdón. Tenías razón en pegarle. ¡Se lo merecía!
—Vuelve conmigo, por favor. Estos días sin ti... me estoy volviendo loco...
Lo miré desde arriba, en sil