El corredor que Ethan y Afrodita atravesaban parecía cambiar con cada paso, como si el propio espacio respondiera a su presencia. Las luces y sombras que danzaban a su alrededor se fusionaban en formas fugaces: rostros, figuras etéreas, fragmentos de recuerdos que parecían susurrar secretos incomprensibles. El silencio era denso, roto solo por el eco de sus pasos.
Afrodita mantenía su mirada fija en el camino frente a ellos, pero de vez en cuando observaba a Ethan de reojo. Su expresión serena escondía la creciente preocupación que sentía por él. Había algo en su postura, una mezcla de tensión y determinación, que le hacía preguntarse cuánto más podría soportar.
—Ethan… esto no es como las otras pruebas —dijo Afrodita, su voz cargada de tensión. Mantenía su mano cerca de él, como si temiera que el corredor pudiera separarlos en cualquier momento.
Ethan se detuvo por un instante, girándose hacia ella. Sus ojos reflejaban las luces del entorno, llenos de una determinación que intentaba