MILA
La noche estaba fría cuando volví a mi cabaña.
El aire del bosque aún olía a humo y vino, a celebración y luna llena.
Pero dentro de mí… solo había fuego.
Un fuego que ardía bajo la piel desde el momento en que sus labios tocaron los míos.
Cerré la puerta con cuidado y apoyé la espalda en la madera, aún temblando.
El corazón me latía tan fuerte que podía escucharlo retumbar en mis oídos.
Pasé una mano por mis labios, todavía tibios, y sonreí sin querer.
—Lo besé, Kira —susurré, con la voz entrecortada—. Lo besé… y él no me apartó.
La voz de mi loba resonó en mi mente, suave, pero firme.
«Lo sé, Mila. Pude sentir a Kyros. Lo sentí estremecerse. No es tan indiferente»
Me dejé caer sobre la cama, riendo y llorando al mismo tiempo.
—Kira, me respondió el beso. No me rechazó. Sus manos me tocaron, su pecho me cubrió… y por un segundo sentí que el mundo entero se detenía.
«Sí, pero… Mila… recuerda que ellos no son nuestros compañeros.»
Su advertencia cayó como un balde de agua helada.