Alexandra Guzmán
Desperté cuando la luz del sol se abrió paso por la habitación, suspiré aún adormilada y estiré un brazo tratando de alcanzar a Greco, cosa que no logré.
─¿Amor? ─pregunté, en un inicio no me sorprendió no obtener respuesta, seguramente se encontraba en la cocina o en el baño aseándose, pero con el pasar de los minutos comencé a alarmarme.
Él te diría si tuviese que ir a trabajar. ─mencionó mi subconsciente, me abracé a mí misma cuando me senté sobre la cama. ¿Dónde pudo ir? Me pregunté nuevamente.
De pronto, mientras mis pensamientos divagan a diferentes recuerdos, el sonido de la puerta me alertó. Cubrí mi cuerpo con una polera oscura que pertenecía a mi chico y me dispuse a caminar cuando nuevamente escuché el llamado.
Esperaba que fuese Greco, pero no. Era un repartidor de comida, dijo que la orden se había pedido en la madrugada y que estaba todo pagado, incluso la propina, seguramente fue obra de mi chico y no pude evitar sonreír, tomé las cosas, me despedí del