Edrik
La última noche en Nueva York siempre tiene algo especial, una especie de nostalgia anticipada que te invade antes de partir. Habíamos decidido cenar en uno de esos restaurantes pequeños, casi
escondidos, donde el bullicio de la ciudad parece un eco lejano. Blossom había elegido el lugar, un rincón íntimo con luces cálidas y un ambiente que invitaba a la tranquilidad. Mientras caminábamos hacia nuestra mesa, no podía dejar de pensar en lo mucho que habíamos vivido juntos en tan poco tiempo. Pero también, en lo mucho que quedaba por decir.
Blossom estaba hermosa esa noche, como siempre, pero había algo más en ella, una energía diferente, algo que no podía identificar del todo. Tal vez era la forma en que su mirada se perdía por momentos, como si estuviera buscando las palabras exactas para decir algo importante. Yo no quise presionarla; después de todo, conocía su ritmo, y sabía que cuando estuviera lista, hablaría.
—¿Te gusta el lugar? —preguntó con una sonrisa tímida mient