Karina
Era una tarde fría en Londres, y mi casa estaba más tranquila de lo que imaginaba. Había pasado el día organizando algunas cosas, pero el sonido de la puerta cerrándose me sacó de mis pensamientos. Sabía que Ellie había llegado desde Italia, y su presencia en la ciudad era algo que esperaba con ansias, pero no imaginaba que me encontraría con la expresión triste que llevaba.
—Rina —dijo con voz baja mientras dejaba su maleta junto a la puerta—. Necesito hablar contigo.
La vi caminar hasta el sofá, donde se dejó caer, dejando escapar un suspiro de cansancio. Su rostro estaba serio, pero había algo más que incomodaba en su expresión. Me acerqué, preocupada.
—¿Qué pasa, Ellie? Pareces... preocupada. ¿Está todo bien? —le pregunté, sentándome a su lado.
Ella cerró los ojos un momento, como si estuviera buscando las palabras correctas, y luego me miró con una expresión mezcla de angustia y resignación.
—Vengo de Italia, sí... pero no porque quiera —comenzó, su voz quebrada—. Las cosa