Blossom
Había algo extraño en volver a Londres después de tanto tiempo. El aire estaba frío, como siempre en esta época del año, y las calles del barrio donde vivía Karina, o Rina como le decíamos todos, seguían igual de tranquilas, con sus casas alineadas y las chimeneas humeando. Mientras caminaba por la acera con las manos metidas en los bolsillos de mi abrigo, sentí cómo una mezcla de emociones comenzaba a burbujear en mi interior: alivio, nostalgia... y miedo.
Cuando llegué a la puerta de la casa de Rina, me quedé un momento quieta. Podía oír las risas de Hyacinth desde dentro, dulces y chispeantes, mientras jugaba con algo, probablemente los
muñecos que tanto le gustaban. Me armé de valor y golpeé suavemente la puerta.
Karina abrió enseguida, como si me hubiera estado esperando. Su sonrisa cálida me recibió de inmediato, pero también noté la sorpresa en su rostro.
—¡Blossom! —exclamó, tirando de mí hacia adentro antes de que pudiera decir algo—. ¡No me dijiste que venías!
Antes