—Señor. Lo llaman de Turquía —avisó Leónidas.
—Pásamelo.
—¡Señor! —Saludo Teodoro a través de la línea.
—Habla.
—La transacción se cerró, señor.
—Excelente. ¿Todo Limpio Teodoro? No quiero errores.
—Limpio Gael. Lo aseguro.
—Bien. Cerramos con ellos entonces.
Estaba cansado, solo quería meterme bajo la ducha y acostarme a dormir un par de horas o cuatro horas.
—Señor, Eitor.
—Pásamelo —respondí con más interés.
—¿Por qué tienes tu teléfono apagado? —preguntó Eitor a través de la línea.
—Después dices que yo soy el novio intenso.
—¡Ja! Muy gracioso. Jelena quiere hablar contigo.
—¿Sobre qué?
—La deuda.
Reí sobre la bocina. ¡Qué mujer! Pensé.
—Está loquita. Deberías casarte con ella de una vez y controlarla un poco, le gusta jugar a la chica ruda y no tiene idea de nada.
—Deberías controlarla tú —espetó Eitor.
—¿Cómo?
—Síguele la corriente. Nada perdemos, la niña es un dolor en el culo Gael. Síguele la corriente, yo me ocupo de mi parte.
—Ahora soy niñero.
—Estoy seguro de que no te desa