Rebeca llegó al consultorio y Alejandro la estaba esperando, como siempre, casi al lado de la puerta.
Como muchas veces la tomó en sus brazos sin avanzar un paso.
Los besos apasionados eran cada vez más potentes.
La secretaria confirmó que lo de ellos era mucho más que una aventura, y se retiró pensando en la hermosa que eran.
Mientras tanto en el consultorio, Rebeca y Alejandro eran una misma piel y se entregaban por entero, no solamente físicamente, también entregaban su corazón.
Ella se desataba por el ardor que sentía y él la descubría segundo a segundo y el fuego se hacía cada vez más intenso.
Ellos no se habían prometido nada, pero eran mucho más que amantes de ocasión.
Rompieron el fuego de tanto amor que sentían.
Sus almas estaban unidas.
La ropa fue cayendo al suelo, desafiando el frío que hacía en el exterior.
Allí todo era calidez.
Las manos de Alejandro no soltaban el pecho de todas sus fantasías.
Alejandro cambió en Rebeca la forma en que ella se veía.
Era casi misterioso