Al llegar al departamento, luego de la boda, Rebeca lo hizo temblando, tenía miedo, estaba dolorida y algo mareada.
Estaba entregada, resignada y sin ánimo de luchar.
Era su destino.
-Me acuesto un rato, no me siento bien.
-Sos una floja.
Ella no tuvo energía para contestar, a los tumbos llegó hasta su cama.
Camilo pensó que quizás se excedió con lo de la puerta del ascensor, pero fue un impulso que no pudo contener, ella sacaba lo peor de él, aunque no se daba cuenta de que en realidad era su ex esposa quién lo amedrentaba y le succionaba la poca bondad que tenía, convirtiéndolo en un hombre ruin.
Rebeca, al acostarse, solamente pudo recordar unos besos que en ese momento pensaba que nunca en la vida iba a volver a sentir.
-Despertate, tenemos que ir a la fiesta.
Camilo la sacudió y al ver su mano, se asustó un poco.
Salió de la habitación y volvió con hielo.
-Tomá, cielo, para tu mano.
Ella lo miró sin comprender tanta amabilidad, hasta que miro su mano, estaba hinchada y violeta, c