Londres era realmente una ciudad en constante cambio. Cada vez había más edificios, más trajín de carros y personas. Uno debía ir con cuidado si no quería ser arrollado.
Fue en este ir y venir cuando casi choco con ella. En una esquina, como si el destino le jugará una pasada, sus ojos volvieron a cruzarse.
Iliana.
Ella iba mirando al suelo y él estaba distraído con el gentío. Cuando ambos levantaron la vista sus ojos quedaron fijados el uno en el otro.
-Iliana -exclamó él.
-Capitán -alcanzó a decir ella.
Era como si el tiempo se hubiera detenido.
Ella estaba exactamente igual. Hermosa. Con su vestido formal, el pelo recogido…. Y un pequeño niño de apenas un año en los brazos.
-Señorita Iliana. - Volvió a decir William. - Que placer verla. Qué casualidad acabó de llegar a Londres. -Siguió tragando saliva e intentando disimular el temblor que se había adueñado de su cuerpo.
Su boca hablaba, con saludos banales. Pero su mente estaba a punto de estallar, así como su corazón q