Minutos antes, Bruno sostenía una copa de whisky en una mano mientras negociaba con dos inversionistas coreanos. Mantenía una sonrisa profesional que ocultaba su preocupación por Alara, a quien no había visto regresar a la mesa.
De repente, una vibración en el muslo llamó su atención. Sacó el teléfono del pantalón y, al ver el nombre "Gema" en la pantalla, frunció el ceño.
—Disculpen un momento —dijo con cordialidad antes de alejarse.
Al responder la llamada, el tono de voz de su hermana lo inquietó. No era el balbuceo alegre de una borracha, sino un susurro entrecortado, como si intentara contener el llanto.
—Hermano, sube a la habitación 201… El vino me cayó mal.
—¡Gema, eres una cortanotas! Interrumpes justo cuando… —Un sollozó ahogado lo interrumpió—. Voy para allá —cortó secamente, con los instintos de hermano en alerta.
Con una disculpa apresurada, se despidió de los posibles clientes y se dirigió al ascensor. Al abrirse las puertas, el pasillo iluminado con luces frías se exten