María PaulaEl bullicio en la sala me despertó. Al moverme, una fuerte descarga de sangre hizo levantarme lo más pronto posible para correr al baño a evitar mancharme. ¡Detesto la menstruación! ¡No comprendo por qué los pecados de Eva los estoy pagando yo! Si no fuera porque deseo tener hijo, ya le hubiera dicho a algún médico para desaparecer mi órgano reproductor.Después de unos segundos le pido disculpa al Creador divino, pero la verdad cada mes era una tortura y no soportaba la incomodidad mensual. Me cambié, aseé, y traté de calmar la frustración. Las piernas las sentía pesadas, deseaba tanto un masaje. Eran pasadas las siete de la noche. Alexey después del almuerzo se quedó viendo una película. Comimos helado y me acompañó hasta quedarme dormida. Salí de la habitación y mi hermano salía de la suya.—Pero sí estamos, papi churros. —alabé—. Hasta hueles delicioso hermanito.—No empieces. ¿No te has arreglado?—Emmanuel, estoy en mi día sangrante, un movimiento y debo correr a un
EmmanuelNo tenía idea de las razones por las cuales las chicas se estaban tardando tanto. Después de cenar, donde le pedí la cena a mi hermana y su guardaespaldas. Alexey cree que yo era tonto, pero estaba calado por Mapa desde hacía mucho tiempo. Ahora comprendía su frase de: hay ciertas mujeres que hacen más daño y se refería a ella.—¿Qué tanto se arreglan? —exclamó Samuel.—Pienso lo mismo. —comenté.—Mi novia se verá hermosa con lo que se ponga. —Todos miramos a Egan.Esta mañana me dijo sus intenciones con Euma y, aunque no prometió la tierra, algo lo cual le agradezco, habló de lo feliz que se sentía a su lado. Otro a los pies de una mujer, Samuel, desde hace rato lo hizo por Gaby. Me alegré por ellos, sé lo agradable que era ese sentimiento de pertenencia.Esa sensación de sentirse ilusionado, enamorado, idiota y pendejo al mismo tiempo. Al menos las chicas de nuestras familias tenían valores infundados muy diferentes a otras mujeres. El recuerdo de Ana María volvió; no creo
AlexeyDesde que se fueron los chicos, Mapa había estado melancólica, por un rato lloró en mi pecho. Luego llegó la cena y nos entretuvimos comiendo, para ese cuerpo delgado y con cada cosa en su puesto comía demasiado y no tenía sobrepeso. Ya eran pasadas las nueve, y continúa nostálgica. La verdad es que no sabía qué hacer. Fuimos criados como primos, pero a ella no la veía de esa manera, en cambio, con Euma sí.—¿Ya estás mejor, Vainilla?Negó. Me abrazó por la cintura y tenerla entre mis brazos me daba tanta paz. Nos quedamos mirando la película por unos minutos hasta que comenzó a quejarse de nuevo y se pasaba la mano constantemente por los muslos. «Hacerle masajes», eso había dicho la mesera.—Vamos a tu cuarto, para que puedas acostarte, y espero terminar la película.—Bien. —bajó la mirada.¿Ahora qué dije? Esperé que saliera del baño, seguía con su carita triste, María Paula… «Estás jodiéndome».—¿Te duelen mucho las piernas?—Sí, más que dolor es pesadez, cansancio, fastidio
EmmanuelEsto sin duda era una locura, desde hacía mucho no me salía del papel de persona correcta. Pero aquí me encontraba. Dispuesto a llegar hasta donde esta pequeña niña lo permitiera. El guardaespaldas se había quedado en el auto. Le dije que no era necesario, podía defenderme y defenderla.El lugar había sido recomendado por él. Le pedimos un lugar discreto, elegante y agradable. Como era lugareño, supo llevarnos al sitio correcto. Por eso caminábamos en una discoteca con apartados en bohíos. La pista estaba con algunas parejas, era una circunferencia considerable, de ahí se desprendían caminos hasta llegar a los bohíos, los cuales nos darían muy buena privacidad.Una ubicación en la que se podía hacer lo que fuera. Nuestras manos seguían entrelazadas desde el ingreso y durante el recorrido, siguiendo a una de las meseras para nuestro solitario encuentro. Nos indicaron dónde se encontraba el teléfono para llamar. Por si deseábamos algo, nos entregó la carta de servicios antes de
RubíEstaba permitiéndole llegar a lugares donde había planteado hacerlo con alguien estable y no por una noche. Pero Emmanuel superó mis expectativas y no iba a negar mi sentimiento hacia él. Sus besos me supieron al manjar más delicioso de caramelo. Donde había puesto sus manos quemaron la piel, muy seguro mañana lamentaré el no volver a tener esto.Pero tomaré el riesgo. Y no sentiré remordimientos, porque yo era quien decidía quién me tocaría. Mi respuesta había avivado ese par de ojos, los cuales parecían dos pozos negros llenos de lujuria. Su demandante voz era lo único que quería obedecer. Me cargó para cambiar de posición.Ahora estaba de espalda al sillón y él arrodillado, mis senos al descubierto. —Ni en mis sueños había imaginado tener tal experiencia con él—. Tampoco iba a pensar, solo a disfrutar. Ese morenazo pasó sus manotas por mis muslos, llegó a la pequeña ropa interior de encaje negro y, en vez de quitármelo, las desgarró.Lo vi mirar mi parte íntima y lamerse los l
AngélicaLos besos de Ernesto por mi espalda me despertaron. No había dormido mucho, debieron de ser solo unos minutos, hasta hace poco terminamos de hacer el amor. Estar en sus brazos era lo mejor que me había pasado, así la gente nos vea mal. No era mi hermano, no cometemos incesto.A menudo debo de decírmelo para no entrar en miedo cuando pienso en nuestros padres. Pero nuestro problema, eran ellos. Sé que podíamos enfrentar al mundo, pero no queríamos decepcionarlos a ellos. —Ángel, debemos regresar. Son las cuatro de la mañana.—No quiero.—Debemos hacerlo.Su mano acarició la desnudez de mi trasero. Lo apretó, si no fuera principiante estaría una vez más disfrutando de su cuerpo de nuevo, pero la verdad me sentía adolorida. Apartó el cabello, dejando a su disposición el cuello.—Te amo, no quiero ocultarme, Ernesto.—Lo sé. —besó mi hombro—. Sin embargo, debemos esperar un poco. Sobre todo, para saber qué les diremos a nuestros padres o cómo abordaremos el verlos a los ojos. Po
María PaulaGabriela tenía razón con lo de ayudar a Rubí y, como aún no habíamos salido del parqueadero, podía hacer la jugada. Ya era hora de que vuela a ser feliz. Él se ponía el cinturón de seguridad, de rapidez le mandé un mensaje a Alexey.«Espérame, me voy contigo».—Emmanuel, me voy con Alexey, debo aclarar un tema importante con él.—¿Qué?, ¡pero Mapa!—Por favor, cerciórate primero de que Luis David llegue por ella. —señalé en dirección de mi amiga.Era extraño. Luis era el mayor, pero no hizo esa gran fraternidad con nuestro grupo. Nos consideramos familia, pero él era más amigo de mis hermanos menores y de los hijos de Benjamín. Eso sí, adora a su hermanita.—¿Por qué?—Porque mírala. Su hermano no ha llegado.Antes de que dijera algo, salí del carro y corrí para llegar al de Alexey, quien esperaba extrañado.—¿Se puede saber qué pasa? —Su mirada evidenciaba reproche por este acto.—Cosas de chicas. ¿Puedes llevarme a la casa?—Eres única, Vainilla. Por supuesto, ni modos d
RubíRegresé al carro solo porque varias personas vieron la disputa. En un silencio total e incómodo, atravesábamos toda Bogotá. Una hora después estaba aparcando frente a mi casa. Puso el seguro de la puerta. Ahora literalmente estaba encerrada.—Disculpa por alzarte la voz.—Quiero salir del auto, Emmanuel.—¿Por qué le pediste ayuda a mis hermanas?—No lo hice. Y si les conté lo de ayer, pero como una experiencia más, de hecho, yo pasé página. Lo que hayan pensado tus hermanas lo hicieron por ti, no por mí. No soy quien tiene la cara de querer desaparecer del mundo porque alguien no me ama. Pregúntale a ella, no les pedí ayuda de nada.—Sí. Tal vez. Es mi puto problema el seguir enamorado de la misma mujer y que no exista nadie que pueda superarla. —No pienses en nada, de algo debe servir tu reacción tardía, pero eso sí dolió.—Me alegra. Es bueno tener claro los sentimientos. ¿Qué tengo que ver yo ahí?—No me gusta estar en boca de la gente y menos tener mi vida privada como domin