Eugenia María.
Salimos del restaurante. En el cine no comí mucho para poder cenar, no tenía el estómago como el de Mapa, quien podía comer una vaca entera y no engordaba. Su confesión no lo esperaba. Sabía que ellos escondían algo, con lo del boxeo clandestino de mi primo Alexey, ya lo había asumido.
Pero ¿carreras clandestinas y a Egan como el piloto? Además, la ida a Santa Marta era parte de eso. Lo cual fue una gran coincidencia con la penitencia impuesta por David. Al menos fue sincero. Y mi hermano se lo tenía muy guardado.
—Te has quedado muda. —Habíamos llegado al parqueadero.
—No esperaba tales negocios. Es solo eso.
—¿Podrán guardarnos el secreto?
—Eso es lo de menos, no te preocupes, sus secretos están seguros con nosotras. Solo…
—¡Egan! —Una preciosa morena movía su mano, corrió hasta donde él.
—Daniela.
—Debería darte un par de cachetadas, pero al verte me dan ganas de…
Y lo besó, lo besó… y siguieron besándose. El corazón latía muy fuerte, tanto que le dije a Mapa: no te