Angélica
Toda la piel se me erizó. Su lengua llevaba varios minutos haciendo destrozos en mi cuerpo. Su dedo aumentaba aún más el placer, era la primera vez que sentía algo así. Lo que hacía conmigo había logrado llevarme a un punto en donde creo que iba a gritar, pero luego bajaba el ritmo, minimizaba mis revoluciones para una vez más arremeter, logrando hacerme enloquecer.
Esto sin duda era conocer la gloria, jamás renunciaré a él. Nunca lo haré. En un momento su dedo empezó a trazar movimientos circulares en ese lugar específico, aumentando el placer. Su lengua le hacía competencia en el camino de hacerme estremecer. Quise contenerme, pero fue imposible…
Mi explosión llegó, las convulsiones iniciaron, el vientre parecía derretirme en abundancia y, al parecer, a Ernesto le gustó, no dejó de disfrutarlo. Su lengua seguía regalándome pequeñas cargas de electricidad.
—Sabes, delicioso Ángel.
—Y luego mis padres piensan que eres homosexual.
—¡¿Qué?!
Me cubrí el rostro sin dejar de reír.