Angélica
Acariciaba la cabecita de mi bebé mientras se alimentaba. La sensación de succionar la leche era indescriptible, mi pequeño Haim. En estos días había estado recapacitando, mi hermano tenía razón, este hijo no era solo mío. Mientras le sacaba los gases, recordé la conversación de hace dos días.
Acabábamos de llegar al apartamento, Haim se quedó dos días en observación y yo no quise dejarlo solo, y gracias a la amistad con Alex y que la clínica era de él, por eso me pude quedar sin problemas. Eros y él no lo dejaron salir hasta cerciorarse de que mi bebé se encontraba en óptimas condiciones. Ya fuera de toda duda de su tío doctor, no nos dieron salida.
—Nadina me está llamando.
Me ayudó a acostarme, me entregó a mi hijo y salió a llamar a su esposa. Le di un beso en la frente y el aroma de bebé era delicioso, o tal vez lo sentía así porque era mi hijo. Dormía profundo, envuelto en sus mantas blancas. No sacó mis ojos, de hecho, los tiene verdes como su padre y no tiene casi ca