Rubí
—No hay problema, Emmanuel. —Me adelanté, nos miramos—. Gracias por el fin de semana de sexo. ¿Cierto? —No comprendí su mirada, pero ya pasaste todo y demostraste quién eres, Rubí, si no se dio, no se dio.
—Gracias. —Bájate, Rubí. O vas a llorar aquí.
—Ya…
Bajé del auto, en la casa de al lado, llegaban los vecinos en taxi. Él se fue, las manos me temblaron. Aun así, debes verlo con tus propios ojos. Corrí hacia el taxi.
» Señor, buenas tardes. Por favor, siga a ese carro. No lo pierda.
Veinte minutos después dejaba el carro en uno de los parqueaderos de los restaurantes de su padre. Pagué la carrera e ingresé. Esto parecía una telenovela típica de un triángulo amoroso. Ana María se veía divina, era una modelo. Era imponente, esbelta, preciosa. Con una cabellera castaña abundante. Verlos mirarse, ser testigo del embelesamiento por su parte. Ambos se contenían para no abrazarse.
No había mucho por explicar. No era su novia, fue sincero al decirme de su pasado, ella siempre ha estad