Alexey
No podía evitar el sentirme temeroso con ella aquí. De hecho, no se le había quitado la idea de… Quédate quieto, sultán, no te levantes, pero el pensar en cumplir sus deseos…
—La idea era seducirte. —Sus ojos seguían húmedos—. ¡Mira como quedé! —quise reírme, pero me contuve.
—Hermosa, natural, tal cual eres tú.
—¿Con un ojo morado? —Era una completa vanidosa.
Tomé su mano y la obligué a mirarme. Sin tacones se veía muy bajita. Su cabello mojado cayó hacia atrás, sus ojos negros centellaron como si me hubiera hipnotizado. La tomé por los muslos, con una nerviosa sonrisa. Sus piernas se cerraron en mi cintura, con la mano rocé su culo…
—¡Maldita sea, Vainilla! ¿No tienes ropa interior?
—Todo se mojó.
Acaso esa inocencia, ¿podía llegar a ser tan excitante? La pegué contra la pared de la salida a la cocina. Ambos pechos comenzaron a acelerarse, ese sultán ya no pidió permiso, estaba erguido a nada de tocar su sexo.
—¿Segura?
Dije contra su boca. He reprimido tanto mi sentimiento p