El bosque estaba en gran parte saturado de la corrupción que el paso de la masa caótica dejaba en su camino. Si se paseaba la mirada por todo el derredor solo se podía ver desorden y podredumbre, en toda la extensión del lugar menos uno de sus sectores.
Cerca de las colinas una luz fuerte, cálida, celestial se destacaba. Allí se encontraba, justamente, el templo de la Diosa luna, lugar ceremonial. En el centro de este se encontraba el lago sagrado, las parejas, generalmente ingresaban en él para ser bendecidos en su unión. Claro que hacía años que no se utilizaba para esto. Ni siquiera Ícaro, que se unió a su mate, pudo usarlo debido a todas las circunstancias adversas que los atravesaban en ese momento.
Pocos eran los que prestaban atención a esa hermosa luminosidad, estaban demasiado ocupados en salvar sus propias vidas, por lo que la flama vital de la diosa pasaba desapercibida, pero de allí provenía su salvación.
Unas horas antes.
Dentro de la habitación de Alexa se llevaba a cabo