Lyra

​El espejo me devolvía la imagen de una desconocida.

Vestida con una seda color plata que recordaba al brillo de la luna sobre la nieve, con joyas de la familia Renard adornando mi cuello, parecía una reina. Pero por dentro, me sentía como un animal herido que acababa de lamerse las llagas solo para darse cuenta de que el suelo que pisaba estaba minado.

​Hoy era el día de mi presentación oficial como la Alpha de los Sol Ceniza y prometida de Dorian la mansión Renard bullía de actividad, preparándose para una gala que sellaría mi destino pero mi mente estaba a kilómetros de aquí, en una cabaña destruida y en unos ojos dorados que, a pesar de la traición, no habían intentado encadenarme legalmente.

​La puerta de mi habitación se abrió. Dorian entró con esa seguridad exasperante, acompañado por un hombre de mediana edad que sostenía un maletín de cuero: su abogado principal.

​— Estás radiante Lyra. La joya más preciosa de este territorio —dijo Dorian, acercándose para besar mi mano