LXII. Descubriendo la verdad

En esos momentos me podían comparar fácilmente con un perro mojado y triste bajo la lluvia, por decirlo metafóricamente.

Le intenté explicar todo lo más claramente posible a Estefanía, yo parado jurando y perjurando ser inocente de los cargos que se me imputaban y ella sentada con los brazos cruzados sobre el pecho, sin decir palabra y solo mirándome.

- ¿No me crees, verdad?- resumí finalmente derrotado- Por favor dime algo, estoy listo para tu desprecio- agregué con dramatismo sentándome en el mueble al frente de ella y ya listo para mi sentencia, a pesar de tener la boca seca de tanto explicarme.

- Si te creo, ya sé que ella está enamorada de ti hace mucho tiempo y es la persona que ha estado jugando a nuestras espaldas todo este tiempo- me dice de repente y levanto de golpe la cabeza para mirarla incrédulo.

- ¿En serio, no me estás tomando el pelo?- le pregunto como un niño porque me parece tan fácil que esto se resuelva así, sin una discusión tormentosa o peor, Estefanía, ya cansa
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