Mundo ficciónIniciar sesiónUn varón. Un hijo. Sus ojos.
Federico Lombardi seguía allí, una figura patética y rota, apoyado contra la pared del pasillo, el rostro entre las manos. Había perdido a su esposa, su dignidad y, ahora, al hijo que creyó que podría ser suyo.
Luca se acercó a Ricardo, su voz era un susurro de acero. —Ricardo, llévatelo. Ricardo miró a Lombardi con una mezcla de asco y lástima. —¿A dónde? ¿A Valle? —No. Llévalo de vuelta al Hyatt —ordenó Luca—. Ponle dos







