Luna de inmediato se puso muy nerviosa.
Le aterraba la idea de que su esposo descubriera que la noche anterior había dejado a un hombre desconocido quedarse en su casa.
—Yo... yo estoy bien. Cariño, mejor decidamos qué vamos a pedir de comer—, dijo apresurada Luna, cambiando de repente de tema con evidente nerviosismo.
Su intento de desviar la conversación me dejó en una situación sin salida.
Miré a mi cuñada con ojos suplicantes.
Ella, en respuesta, me animó un poco con la mirada, dándome a entender que debía continuar.
Negué todo, indicando que realmente no podía hacerlo.
De repente, mi cuñada estiró su pierna y empezó a frotar con coquería mi muslo con su pie.
Al mismo tiempo, me envió un mensaje por WhatsApp: —Si no puedes hacerlo de manera abierta, busca la forma de hacerlo discretamente, igual que yo te estoy provocando a ti.
Estaba tan angustiado por las frecuentes provocaciones de mi cuñada que apenas podía concentrarme, y al mismo tiempo tenía que pensar en cómo seducir a Luna