No pude evitar reír por dentro. ¡Esta Sofía era demasiado ingenua! ¿De verdad creía que estaba al borde de la muerte?
Pero si ya le dije que no me tocó ningún hueso, que esto es una herida superficial. No me voy a morir tan fácil, por favor.
Aun así, decidí seguirle la corriente. Puse cara de sufrimiento y le dije con voz débil:
—Cuéntame una historia... pero que sea de un chico guapo y una chica hermosa, ¿sí por favor?
—Ah… eso…
—¿Qué pasa? ¿No quieres? Bueno, si no quieres hacerlo, está bien… entonces déjame morir con esa tristeza en lo profundo de mi corazón —dije, forzando el dramatismo al máximo. A veces me sorprendía a mí mismo. ¿De dónde había sacado tanto talento para actuar?
Sofía, toda apurada, me respondió enseguida:
—¡Sí, sí quiero! Ya, espera ya te cuento. Había una vez un chico muy guapo… tan guapo que todas las mujeres ricas estaban locas por él…
Hice cara de pocos amigos. Algo en esta historia no me estaba cuadrando.
—Sofía, espera… te pedí una historia de un guapo y un