Capitulo862
Elara me dio una patadita suave, apenas un roce que más que doler, me provocó ciertas cosquillas. Pero justo por eso, sentí aún más la necesidad de alejarme de ella.

—Tú misma dijiste que eres mi jefa. ¿Te parece muy apropiado andar por ahí preguntando por la vida íntima de los demás? —le solté enseguida, devolviéndole el golpe, esta vez con una retahíla de palabras.

Elara abrió los ojos, sorprendida. No esperaba que me atreviera a replicarle.

Pero al instante, frunció los labios y, con un puchero tan encantador, se quejó:

—¡Acaso me estás regañando!

Un escalofrío tremendo me recorrió la espalda. ¡¿Qué demonios estaba pasando?! Su mirada, sus gestos… parecía estar a punto de lanzarme algún hechizo.

Me concentré por completo en mi desayuno, bajando la cabeza como si de repente las tostadas fueran lo más fascinante del mundo.

Elara, sin rendirse, tomó una cucharita y empezó a golpearme con suavidad el brazo.

Cuando la miré de reojo, vi que me observaba con una expresión vulnerable, sus o
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