Aunque Lucía hablaba con una seguridad que parecía inquebrantable, yo no podía evitar sentirme algo inquieto. Por muy deteriorada que estuviera su relación con Raúl, seguir allí, desnudos muy tranquilos en su cama, me parecía demasiado.
No era miedo… era un respeto extraño por lo que alguna vez fue.
—Voy a salir por el balcón y cruzar al departamento de Luna —le dije mientras me vestía a toda prisa.
Lucía entendió al instante. No hizo drama alguno, ni reclamó. Solo se acercó un poco y me dio un beso suave, casi maternal.
—Ten mucho cuidado, ¿sí?
—Lo tendré. Descansa si estás cansada. No te quedes esperándome.Dijo en silencio, y me acompañó con la mirada hasta el último momento.
Me abotoné la camisa, abrí la puerta del balcón y, con movimientos muy ágiles, me trepé por la baranda para pasar al departamento contiguo. Ya conocía muy bien ese recorrido. Lo había hecho más de una vez. Y a esas alturas, podría hacerlo con los ojos cerrados.
Luna no había estado durmiendo en su casa últimamen