Nos reunimos con Luna al cabo de rato.
Lucía, como si nada hubiera pasado, hablaba con mucho entusiasmo con ella, riendo con la misma destreza de siempre. Yo, en cambio, iba al volante, con la cabeza hecha un completo caos y el cuerpo aún reaccionando a todo lo que había pasado momentos antes.
Entre manejar y mantener la compostura, lo mío era un verdadero acto de resistencia. Pero, por suerte, después de unos minutos logré tranquilizarme un poco y respirar con total normalidad.
Llegamos al final al lugar acordado. Lucía y Luna habían comprado algunos obsequios de camino a casa, diversos detalles para no llegar con las manos vacías.
Antes de salir hacia la casa de Patricia, yo ya le había avisado por celular. Le conté que Lucía y Luna querían pasar a ver a Aquilino. Su reacción fue inmediata: se notaba emocionada, y en su voz había cierto afecto que hacía mucho tiempo no escuchaba.
Pero nada se comparó con su rostro al verlas en persona.
Apenas cruzó la puerta y vio a Lucía y a Luna fr