Lucía claramente me estaba creando una oportunidad con Luna.
Apenas ella se marchó, no pude contenerme. Abracé a Luna con todas mis fuerzas y la besé con pasión, primero con ansias contenidas, luego con un ardor que llevaba tiempo acumulando.
—Luna… te he echado te he extrañado tanto —murmuré ansioso entre beso y beso.
Ella se sonrojó intensamente, bajando con timidez la mirada, con esa ternura que tanto me desarmaba.
—¿En serio? ¿Y en qué parte me has extrañado más? —preguntó, juguetona.
—En todas… —respondí, casi en un suspiro.
Apenas eran unos besos, pero mi cuerpo ya reaccionaba con esa urgencia de quien ha esperado demasiado. Luna, perceptiva como siempre, también lo notó al instante. Se sonrojó aún más, y me empujó con suavidad.
—Travieso… No te apoyes así en mí —dijo, con una sonrisa tímida.
Me acerqué a su oído, y con voz baja y temblorosa le propuse:
—No es mi intención incomodarte… pero tú en verdad me vuelves loco. Cerca de aquí hay un hotel. ¿Quieres que vayamos y sigamos h