Conduje orgulloso hasta la clínica.
Cuando me vieron llegar en el auto de Aquilino, todos comenzaron a bromear, diciendo que ahora me había convertido en su mano derecha.
En realidad, no me agradaba mucho esa percepción de mis compañeros. Si algún día decidía emprender por mi cuenta, ese tipo de imagen podría jugarme en contra.
—No me molesten —dije sonriendo:— Mi auto viejo, por más que lo hayan arreglado, sigue siendo una completa chatarra. Aquilino solo piensa que, como ahora represento la imagen del hospital San Rafael, no es adecuado que conduzca algo tan desgastado.
—No se preocupen cuando Aquilino regrese, seguro me devuelven a mi cargo habitual —añadí con tono relajado.
Esa frase logró tranquilizar a varios empleados veteranos.
Después de todo, yo no era más que un recién llegado, apenas llevaba unos pocos meses trabajando allí. Y ahora, de pronto, estaba rodeado de mujeres hermosas y recibiendo atención especial por parte de Aquilino… era normal que algunos de los más antiguos