No quise seguir pensando demasiado en Luna. Había demasiadas cosas urgentes rondando en mi cabeza como para dejarme llevar por la tristeza.
El plazo de diez días que me dio Jorath, el emprendimiento con Kiros, el tratamiento de Aquilino...
Cada una de esas cosas era un asunto serio que no admitía ningún tipo de distracciones.
Y lo peor de todo era que ya habían pasado dos días desde que comenzó la cuenta regresiva… y yo no había logrado en lo absoluto ningún avance.
En el fondo, sabía que tal vez perdería esta oportunidad.
Mientras mi mente desorientada, me pareció escuchar algo desde el baño. Una voz masculina, como un susurro apenas entendible:
—Patricia… no así… Óscar aún está en la casa…
Era Aquilino. Su tono era tan contenido, tan deliberadamente reprimido, que resultaba obvio que no quería que lo escuchara.
Pero la casa estaba en completo silencio. Incluso los susurros se hacían notar.
Luego escuché la voz de Patricia, con un tono de ansiedad muy dulce:
—Óscar debe estar en su cu