—Tu papá no se preocupa por mí, pero tú no dejas de hacerlo. —Alodia dijo con reproche.
María respondió con determinación: —Mi papá confía en ti, por eso no se preocupa, pero yo me ocupo de ti para evitar que hagas algo imprudente.
—¿Qué imprudente? ¿Temes que me coma a ese chico? ¡Tu madre todavía no está tan desesperada!
María, seria,contestó: —De todas formas, no se puede. Si te sientes mal, te doy un masaje.
—¿Sabes hacerlo?
—Claro, ¿acaso no sabes que soy médica?
—Entonces ya no me duele, voy a descansar un poco, ¿puedo irme ya? —Alodia dijo esto y se dirigió a su habitación, dejando a María completamente en silencio.
Por otro lado, Natalia y yo llegamos al dormitorio secundario.
Natalia miraba fijamente su pecho con tristeza: —¿Por qué las otras mujeres tienen tantos senos, y por qué los míos son apenas limones?
—Ni siquiera puedo ponerme un vestido sin tiranteas. ¡No son bonitos!
—Dios mío, ¿por qué no me creaste hombre? ¿Quieres que me vuelva loca?
Natalia estaba un poco disgu