— Óscar, ven conmigo un momento — me llamó el jefe Aquilino de manera que me hizo sentir algo intrigado.
Lo seguí obediente hasta su oficina.
Aquilino me ofreció atento una taza de café caliente y me indicó que me sentara, charlando con una actitud nada formal, sin el mínimo aire de superioridad de un jefe.
Con voz sincera, me dijo: —No sabía que, en tan pocos días, Manuel te había estado acosando de esa manera.
—Eres alguien que me recomendó el doctor Sebastián, y el no haberme dado cuenta de esto me hace sentir muy mal.
Me apresuré a negarlo: —No, jefe, no se preocupe, usted ha sido muy amable conmigo y estoy realmente agradecido.
—En cuanto a lo de Manuel, no ha hecho nada realmente grave, todo está bien por mi parte.
Aquilino me miró con atención, como si quisiera en ese momento asegurarse que comprendiera su mensaje: —Te llamé aquí porque quiero que sepas que, si alguien más te vuelve a hacer la vida imposible, puedes venir con total confianza directamente a verme.
—Si no te atrev