Sin importar cómo lo mirara, la señora Elara me había ayudado a deshacerme de Manuel, lo que resolvía uno de mis grandes problemas.
Estaba realmente agradecido con la señora Elara.
La miré fijamente a los ojos y le dije con seriedad: —Elara, de verdad te agradezco muchísimo. Si alguna vez necesitas ayuda, sin duda alguna estaré dispuesto a ayudarte sin dudarlo.
Ella, con una sonrisa algo divertida, me respondió: —¿Y si te pido que vengas a trabajar a mi tienda, irías?
Me rasqué la cabeza, algo avergonzado, y respondí: —Eso... eso es algo que no puedo aceptar.
—Hmm, ya verás. Tarde o temprano voy a robarte definitivamente de las manos de mi prima,— dijo la señora Elara con tono bastante juguetón.
Dicho esto, abrazó cariñosa a su gato de raza, giró ligeramente la cadera y se marchó.
Solo entonces me di cuenta de lo cercanos que debían ser la señora Elara y el jefe Aquilino, pues él también la llamaba —prima—.
Eso confirmaba una vez más que la señora Elara y la esposa del jefe realmente e