Perdí mi trabajo

Punto de vista de Teresa:

No dormí.

¿Cómo podía, cuando cada vez que cerraba los ojos lo veía a él? Veía cómo me había mirado como si yo no fuera nada. Veía sus manos en la cintura de Belén, posesivas y seguras. Veía ese anillo de diamantes captando la luz mientras ella le tocaba el rostro con una familiaridad que me revolvía el estómago.

Para cuando sonó mi alarma a las cinco y media, llevaba horas mirando el techo, mi mente dando vueltas en círculos que no llevaban a ningún lado más que al dolor.

No me reconoció. Realmente no sabía quién era yo.

Me lo había repetido mil veces durante la noche, intentando hacerlo real, intentando aceptarlo. Pero cada vez que pensaba que me había convencido, la duda volvía a colarse.

La forma en que me había atrapado: sus manos se habían demorado una fracción de segundo de más, ¿no? Y cuando nuestras miradas se cruzaron en el salón durante su discurso, había algo en sus ojos. Algo que parecía casi como…

No. Estaba imaginando cosas. Veía lo que quería
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