Punto de vista de Teresa
«Por favor». Su voz se quebró en esa palabra, lágrimas corriendo por su cara. «Solo dime la verdad. ¿Por qué no fui suficiente?»
Su mano apretó más mi muñeca, tirando de mí hacia donde él estaba tumbado en la cama. El dolor crudo en sus ojos me hizo doler el pecho.
Abrí la boca para responder, para contarle por fin todo (sobre su madre, sobre las amenazas, sobre la elección imposible que hice).
Pero antes de que pudiera hablar, me tiró con fuerza y caí sobre su pecho con un jadeo de sorpresa. Antes de que pudiera procesar lo que pasaba, su otra mano se enredó en mi pelo y su boca se estrelló contra la mía.
El beso fue desesperado, hambriento, años de deseo reprimido explotando entre nosotros. Sus labios se movían contra los míos con una ferocidad que me robó el aliento, me reclamó, me marcó como suya.
Intenté apartarme.
«Rafael, para… estás borracho…»
Me besó más fuerte, el puño en mi pelo apretándose. El otro brazo me rodeó la cintura, sujetándome contra él